Que no cae en la copa

Vino tinto que cae no en la copa, sino en el vaso de plástico. Servida no una cantidad pequeña, sino lo suficiente para no ir por más en un buen rato.

Este Merlot chileno de 2004, sabe no afrutado aunque así debiera serlo. No a siete grados, pero si a un poco menos. Previamente descorchado en la pasada navidad, ya no es señor protagonista, es tan solo un vino más.

Nunca pensaron sus uvas que iba a ser olvidado en una caja fría, junto a la mayonesa y mostaza. Para después estorbar y ser pasado a la alacena donde el que escribe lo sorprende en su estado poco honroso.

Su sabor que mata y revive al mismo tiempo, te raspa la garganta, nunca como un tequila, pero si te deja el fuego adentro.
No podría, ni quisiera, tomarlo de un solo trago, pues si así lo hiciera se acabaría su humilde homenaje, y aquel vaso de plástico no podría ser más el portador agraciado del que siempre es venerado por quienes saben tomarlo.

Vino tinto que cae no en la copa, sino en mi paladar asombrado. Es su sabor apremiante, lo que deja en la lengua, vestigios del pasado en un corazón palpitante, que pide más, no al mesero, sino al que contiene aquello, que es tinto, algo dulce y sensato.

Dame vino, tu, vaso de plástico, que aunque en tus bordes no dejes la estela de fruta, si lo haces en mi boca, como un beso atractivo. Un beso no tan dulce, no tan amargo, sencillamente perfecto, como para dejarte satisfecho por un feliz momento, por un feliz instante.


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