Vecinos y fucho

Juan Pablo y Alejandro: el primero el goleador y el segundo el guardameta se parecían a los supercampeones. Por lo general estaban listos para la acción: los dos de short , playera, tacos de fucho y cachucha. El portero usaba además guantes. Recuerdo aún cuando iba a timbrar a su casa por ellos para jugar futbol. Se me hacía impresionante el número de botones de entre los cuáles había que seleccionar el adecuado. Mágicamente la puerta emitía un ruido y bastaba para empujarla para poder entrar.

Su casa no era como la mía, vivían en un quinto o sexto piso de un departamento, lo que para mí era genial. Realmente no eran tantos pisos, pero yo siempre vi como una aventura el subir por aquellas escaleras cuya pared estaba forrada de granito. El balón realmente era nuestro amigo, habíamos dejado incluso marcas por tanto rebotarlo en las paredes. Recuerdo muy bien que como una novela, luego de jugar al futbol, era necesario e imposible de evadir ver ese programa, los supercampeones. Ni siquiera estaba en discusión.

Una vez, recuerdo que fallé un tiro a la pared y le di a una ventana. Una sección de vidrio se deshizo y cayó justo en la cuna de un bebé. Yo no me había dado cuenta de qué había pasado, para mi siempre fue un vidrio roto sin importancia. Por suerte la mamá llevaba al bebé en brazos y se rumora que ningún vidrio cayó al piso, todo a la cuna.

Recuerdo a esa señora, vecina de Juan Pablo y Alejandro, con cara de susto. No hubo reproches, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer… yo debí de haber tenido unos once años.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *