Nadie me rebasa

En la mayoría de las ocasiones en las que voy a trotar, me doy cuenta de que casi nunca me rebasan. Me he llegado a preguntar si será porque soy muy rápido. Si bien es cierto que lo soy para la mayoría de las personas que van a los lugares que frecuento, (ancianos caminando, señoras regordetas, papás con su carreola, niños, niñas… bueeeeeeeeeno.) no creo que esa sea la verdadera razón.

El Bosque Colomos, con sus múltiples pistas para trotar, que además suelen jugar a entrecruzarse, es un lugar bello en el que se puede respirar el aire puro mientras se corre. Solamente los fines de semana es cuando pudiera decirse que está lleno. Por lo menos sus estacionamientos suelen estarlo. A pesar de eso no hay mucha gente que me rebase.

El Parque Metropolitano es otro lugar que suele ser frecuentado todos los días, pero coincide con el Bosque Colomos, sus fines de semana convierten a la enorme extensión dedicada a tareas al aire libre como los tradicionales picnic, en un campo de batalla y es, exceptuando por sus enormes planicies secas, una bella fotografía de lo que sería un verdadero parque familiar. Ahí quien me rebasa son las bicis, aunque no todas, hay unos monstruos multifamiliares, adefesios que rentan por unos pesos los mismos del semiverde destino.

Cuando me rebasan los buenos trotadores, suelo jugarles un truco. Se van acercando y escucho quien viene, volteo y troto un poco más rápido de lo normal para no dejarme rebasar. Finalmente decididos a dejarme, suelen ejercer un esfuerzo divertido. Me pasan por un lado y los volteo a ver con cara de satisfacción. Una vez que me han dejado, suelo correr más rápido aún pero sigilosamente, de esta forma, pasados unos instantes, cuando voltean, se dan cuenta de que… ¡no han avanzado nada con respecto a mí! Sigo sonriendo con cara de despreocupado como si el aire me sobrara, como una gacela africana, dando zancadas de negro.

Tal vez sea esa la razón de que casi no me rebasen, tal vez me hice ya una reputación de “difícil de rebasar”. Eso, o tal vez falta una cultura en la que más personas troten.


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